ESPANHOL TRADUZIDO - Una historia de fantasmas (Mark twain) Uma história de fantasmas - Educação Ativa Idiomas

quinta-feira, 2 de agosto de 2018

ESPANHOL TRADUZIDO - Una historia de fantasmas (Mark twain) Uma história de fantasmas




Una historia de fantasmas (Mark twain)

Alquilé una gran habitación lejos de Broadway, en un edificio grande y viejo cuyos pisos superiores habían estado vacíos por años… hasta que yo llegué.
 El lugar había sido ganado hacía tiempo por el polvo y las telarañas, por la soledad y el silencio.
 La primera noche que subí a mis aposentos me pareció estar a tientas entre tumbas e invadiendo la privacidad de los muertos. 
Por primera vez en mi vida me dio un pavor supersticioso; y como si una invisible tela de araña hubiera rozado mi rostro con su textura, me estremecí como alguien que se encuentra con un fantasma.
Una vez que llegué a mi cuarto me sentí feliz, y expulsé la oscuridad. Un alegre fuego ardía en la chimenea, y me senté frente al mismo con reconfortante sensación de alivio. 
Estuve así durante dos horas, pensando en los buenos viejos tiempos; recordando escenas e invocando rostros medio olvidados a través de las nieblas del pasado; escuchando, en mi fantasía, voces que tiempo ha fueron silenciadas para siempre, y canciones una vez familiares que hoy en día ya nadie canta.

Y cuando mi ensueño se atenuó hasta un mustio patetismo, el alarido del viento fuera se convirtió en un gemido, el furioso latido de la lluvia contra las ventanas se acalló y uno a uno los ruidos en la calle se comenzaron a silenciar, hasta que los apresurados pasos del último paseante rezagado murieron en la distancia y ya ningún sonido se hizo audible. 


El fuego se estaba extinguiendo. Una sensación de soledad se cebó en mí. Me levanté y me desvestí moviéndome en puntillas por la habitación, haciendo todo a hurtadillas, como si estuviera rodeado por enemigos dormidos cuyos descansos fuera fatal suspender. Me acosté y me tendí a escuchar la lluvia y el viento y los distantes sonidos de las persianas, hasta que me adormecí.
Me dormí profundamente, pero no sé por cuánto tiempo. De repente, me desperté, estremecido. Todo estaba en calma. Todo, a excepción de mi corazón: podía escuchar mi propio latido. En ese momento las frazadas y colchas comenzaron a deslizarse lentamente hacia los pies de la cama, ¡cómo si alguien estuviera halándolas! No podía moverme, no podía hablar. 

Los cobertores se habían deslizado hasta que mi pecho quedó al descubierto. Entonces, con un gran esfuerzo, los aferré y los subí nuevamente hasta mi cabeza. Esperé, escuché, esperé. Una vez más comenzó el firme halón. Al final arrebaté los cobertores nuevamente a su lugar, y los así con fuerza. Esperé. Luego sentí nuevos tirones, y la cosa renovó sus fuerzas. El tirón se afianzó con firme tensión; a cada momento se hacía más fuerte. Mi fuerza cesó, y por tercera vez las frazadas se alejaron. 


Gemí. ¡Y un gemido de respuesta vino desde los pies de la cama! Gruesas gotas de sudor comenzaron a poblar mis sienes. Estaba más muerto que vivo. Escuché unos fuertes pasos en el cuarto como si fuera el paso de un elefante, eso me pareció y no era nada humano. Pero era como si se alejara de mí. Lo escuché aproximándose a la puerta, traspasándola sin mover cerrojo o cerradura, y deambular por los tétricos pasillos, tensando el piso de madera y haciendo crujir las vigas a su paso. Luego de eso, el silencio reinó una vez más.
Cuando mi excitación se calmó, me dije a mí mismo: “Esto ha sido un sueño, simplemente un horrendo sueño.” Y me quedé pensando eso hasta que me convencí que había sido solo una pesadilla, y entonces me relajé lo suficiente como para reír un poco y estuve feliz de nuevo. Me levanté y encendí una luz; y cuando revisé la puerta, vi que la cerradura y el cerrojo estaban como los había dejado. 

Otra serena sonrisa fluyó desde mi corazón y se ondeó en mis labios. Tomé mi pipa y la encendí, y cuando estaba ya sentado frente al fuego, ¡la pipa se me cayó de entre los dedos, la sangre se fue de mis mejillas, y mi plácida respiración se detuvo y quedé sin aliento! Entre las cenizas del fuego, a un costado de mi propias huellas, había otra, tan vasta en comparación que las mías parecían las de un infante. Entonces, había habido un visitante, y las pisadas del elefante quedaban demostradas.
Apagué la luz y regresé a la cama, paralítico de miedo. Me recosté un largo rato, mirando fijamente en la oscuridad, y escuchando. Percibí un rechinido más arriba, como si alguien estuviera arrastrando un cuerpo pesado por el piso; entonces escuché que lanzaban el cuerpo, y el chasquido de mis ventanas fue la respuesta del golpe. En otras partes del edificio escuché portazos. A intervalos, también oí sigilosos pasos, por aquí y por allá, a través de los corredores, y subiendo y bajando las escaleras.

 Algunas veces esos ruidos se acercaban a mi puerta, dubitaban y luego retrocedían. Escuché, desde pasillos lejanos, el débil sonido de cadenas, los que se iban acercando paulatinamente a la par que ascendían las escaleras, marcando cada movimiento con un matraqueo metálico. Escuché palabras murmurantes; gritos a medias que parecían ser violentamente sofocados; y el crujido de prendas invisibles.


 En ese momento fui conciente de que mi habitación estaba siendo invadida, y de que no estaba solo. Escuché suspiros y alientos alrededor de mi cama, y misteriosos murmullos. Tres pequeñas esferas de suave fosforescencia aparecieron en el techo, directamente sobre mi cabeza, brillando durante un instante, para luego dejarse caer… dos de ellas sobre mi cara, y una sobre la almohada. Me salpicaron con algo líquido y cálido. La intuición me dijo que podría ser sangre; no necesitaba luz para darme cuenta de ello. Entonces vi rostros pálidos, levemente luminosos, y manos blancas, flotando en el aire, como sin cuerpos; flotando en un momento, para luego desaparecer. 


El murmullo cesó, lo mismo que las voces y los sonidos, y una solemne calma siguió. Esperé y escuché. Sentí que tenía que encender una luz o moriría. Estaba debilitado por el temor. Lentamente me alcé hasta sentarme, ¡y mi rostro entró en contacto con una mano viscosa! Todas mis fuerzas me abandonaron de repente, y me caí como si fuera un inválido. Entonces escuché el susurro de una tela; pareció como si hubiera pasado la puerta y salido.
Cuando todo se calmó una vez más, salí de la cama, enfermo y enclenque, y encendí la luz de gas con una mano tan trémula como si fuera de una persona de cien años. La luz le dio algo de alegría a mi espíritu. Me senté y quedé contemplando las grandes huellas en las cenizas. Las miré mientras la llama del gas se ponía mustia.

En ese mismo momento volví a escuchar el paso elefantino. Noté su aproximación, cada vez más cerca, por el vestíbulo, mientras la luz se iba extinguiendo poco a poco. Los ruidos llegaron hasta mi puerta e hicieron una pausa; la luz ya había menguado hasta convertirse en una mórbida llama azul, y todas las cosas a mi alrededor tenían un aspecto espectral. 


La puerta no se abrió; sin embargo, sentí en el rostro una leve bocanada de aire. En ese momento fui conciente que una presencia enorme y gris estaba frente a mí. Miré con ojos fascinados. Había una luminosidad pálida sobre la Cosa; gradualmente sus pliegues oscuros comenzaron a tomar forma; apareció una mano, luego unas piernas, un cuerpo, y al final una gran cara de tristeza surgió del vapor. ¡Limpio de su cobertura, desnudo, muscular y bello, el majestuoso Gigante de Cardiff apareció ante mí!
Todo mi miseria desapareció, ya que de niño sabía que ningún daño podría esperar de tan benigno semblante. Mi alegría regresó una vez más a mi espíritu, y en simpatía con esta, la llama de gas resplandeció nuevamente. Nunca un solitario exiliado fue tan feliz en recibir compañía como yo al saludar al amigable gigante. Dije:
-¿Nada más que tú? ¿Sabes que me he pegado un susto de muerte durante las últimas dos o tres horas? Estoy más que feliz de verte. Desearía tener una silla, aquí, aquí. ¡No trates de sentarte en esa cosa!
Pero ya era tarde. Se había sentado antes que pudiera detenerlo; nunca vi una silla estremecerse así en toda mi vida.
-Detente, detente o arruinarás todo.
De nuevo muy tarde. Hubo otro destrozo, y otra silla fue reducida a sus elementos originales.
-¡Al infierno! ¿Es que no tienes juicio? ¿Deseas arruinar todo el mobiliario de este lugar? Aquí, aquí, tonto petrificado.
Pero fue inútil, antes que pudiera detenerlo, ya se había sentado en la cama, y esta era ya una melancólica ruina.
-¿Qué clase de conducta es esta? Primero vienes pesadamente aquí trayendo una legión de fantasmas vagabundos para intranquilizarme, y luego tengo que pasar por alto tal falta de delicadeza que no sería tolerada por ninguna persona de cultura elevada excepto en un teatro respetable, y no contento con la desnudez de tu sexo, me compensas destrozando todo el mobiliario mientras buscas lugar dónde sentarte. Tú te dañas a ti mismo tanto como a mí. Te has lastimado el final de tu columna vertebral, y has dejado el piso sembrado de astillas de tus destrozos. Deberías estar avergonzado, ya eres bastante grande como para saber las cosas.
-Está bien, no romperé más muebles. Pero ¿qué puedo hacer? No he tenido la oportunidad de sentarme desde hace cien años.
Y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
-Pobre diablo -dije- no debería haber sido tan rudo contigo. Eres un huérfano, sin duda. Pero siéntate en el piso, aquí, ninguna otra cosa aguantará tu peso.
Así que se sentó en el piso y encendí una pipa que me dio, le di una de mis mantas y se la puso sobre los hombros, le puse mi bañera invertida en la cabeza, a modo de casco, y lo puse a sentir confortable. Entonces él cruzó las piernas mientras yo avivé el fuego y acerqué las prodigiosas formas de sus pies al calor.
-¿Qué pasa con las plantas de tus pies y la parte anterior de tus piernas, que parecen cinceladas?
-¡Sabañones infernales! Los agarré estando en la granja Newell. Amo ese lugar como si fuera mi viejo hogar. No hay para mí nada como la tranquilidad que siento cuando estoy ahí.
Hablamos durante media hora, y luego noté que se veía cansado, y se lo dije.
-¿Cansado? -dijo-. Bueno, debería estarlo. Y ahora te diré todo, ya que me has tratado tan bien. Soy el espíritu del Hombre Petrificado que yace sobre la calle que va al museo. Soy el fantasma del Gigante de Cardiff. No puedo tener descanso, no puedo tener paz, hasta que alguien dé a mi pobre cuerpo una sepultura. ¿Qué es lo más natural que puedo hacer para que los hombres satisfagan ese deseo? ¡Aterrorizarlos, encantar el lugar donde descansan! Así que embrujé el museo noche tras noche. 

Hasta tuve la ayuda de otros espectros. Pero no hice bien, porque nadie se atrevía luego a ir al museo a medianoche. Entonces se me ocurrió acechar un poco este lugar. Sentí que si escuchaba gritos, tendría éxito, así que recluté a las más eficientes almas que la perdición pudiera proveer. Noche tras noche estuvimos estremeciendo estas enmohecidas recámaras, arrastrando cadenas, gruñendo, murmurando, deambulando, subiendo y bajando escaleras, hasta que, para decir la verdad, me cansé de hacerlo. Pero cuando vi una luz en tu cuarto esta noche, recuperé mis energías nuevamente y salí con la frescura original. Pero estoy cansado, enteramente agotado. ¡Dame, te imploro, dame alguna esperanza!
Encendido por un estallido de excitación, exclamé:
-¡Esto sobrepasa todo, todo lo ocurrido! ¿Por qué tú, pobre fósil antiguo, te tomas tantas preocupaciones por nada? ¡Has estado acechando una efigie de yeso de ti mismo, ya que el verdadero Gigante de Cardiff está en Albany! ¡Demonios! ¿No sabes en dónde están tus propios restos?
Nunca vi tan elocuente mirada de vergüenza, de lastimera humillación. El Hombre Petrificado se levantó lentamente y dijo:
-Honestamente, ¿es eso cierto?
-Tan cierto como que estoy aquí sentado.
Sacó la pipa de su boca y la dejó en el mantel, luego se irguió dubitativamente (de manera inconsciente, por algún viejo hábito, llevó sus manos hasta donde los bolsillos de sus pantalones deberían haber estado, y de forma meditativa dejó caer su barbilla en su pecho) y finalmente dijo:
-Bien, nunca antes me sentí tan absurdo. ¡El Hombre Petrificado ha sido vendido a alguien más, y ahora el peor fraude ha terminado vendiendo su propio fantasma! Hijo mío, si alguna caridad queda en tu corazón por un pobre fantasma sin amigos como yo, por favor no dejes que esto se sepa. Piensa cómo te sentirías si te hubieras puesto tú mismo en ridículo también.
Escuché esto, y el bribón se fue retirando lentamente, paso a paso bajó las escaleras y salió a la calle desierta; me sentí triste de que se hubiera ido, pobre tipo, y también porque se llevó mi manta y mi bañera. Aluguei uma grande sala longe da Broadway, em um prédio grande e antigo, cujos andares superiores estavam vazios há anos ... até que cheguei. 


                                               Tradução


                         Uma historia de fantasmas (Mark twain)


O lugar há muito tempo fora conquistado pela poeira e teias de aranha, pela solidão e pelo silêncio. 


Na primeira noite em que fui ao meu quarto, parecia estar tateando entre os túmulos e invadindo a privacidade dos mortos. 


Pela primeira vez na minha vida eu tive um medo supersticioso; E como se uma teia de aranha invisível tivesse escovado meu rosto com sua textura, estremeci como alguém encontrando um fantasma.


Quando cheguei ao meu quarto, senti-me feliz e expeli a escuridão. Um fogo alegre queimou na lareira, e eu me sentei na frente dele com uma reconfortante sensação de alívio. 



 Fiquei assim por duas horas, pensando nos bons e velhos tempos; recordando cenas e invocando rostos meio esquecidos pelas névoas do passado; escutando, na minha fantasia, vozes que foram silenciadas para sempre, e uma vez canções familiares que ninguém canta hoje em dia. 



 E quando meu devaneio foi atenuado a um patético abatimento, o uivo do vento lá fora tornou-se um gemido, a batida furiosa de chuva contra as janelas acalmou e um por um os ruídos na rua começou a silenciar, até que os últimos passos do último caminhante perdido morreram à distância e nenhum som foi audível. 



 O fogo estava se extinguindo. Um sentimento de solidão tomou conta de mim. Levantei-me e despi-me movendo-me na ponta dos pés à volta do quarto, fazendo tudo sorrateiramente, como se rodeado de inimigos adormecidos cujas pausas fossem suspensas fatais. Deitei-me e escutei a chuva, o vento e os sons distantes das persianas, até adormecer.


Adormeci profundamente, mas não sei por quanto tempo. De repente, acordei, abalada. Tudo estava calmo. Tudo, exceto meu coração: eu podia ouvir meu próprio batimento cardíaco. Naquele momento, os cobertores e colchas começaram a deslizar lentamente em direção ao pé da cama, como se alguém os estivesse puxando! Eu não conseguia me mexer, não conseguia falar. 



 As cobertas tinham escorregado até meu peito ficar exposto. Então, com grande esforço, agarrei-os e os subi de volta à minha cabeça. Eu esperei, eu escutei, esperei. Mais uma vez a ação firme começou. No final, peguei as cobertas de volta ao lugar delas e o fiz com força. Eu esperei Então eu senti novos puxões; a cada momento ficava mais forte. Minha força cessou e, pela terceira vez, os cobertores foram embora. 



 Eu gemi, e um gemido de resposta veio do pé da cama! Gotas grossas de suor começaram a encher minhas têmporas. Estava mais morto que vivo. Eu ouvi alguns passos fortes no quarto, como se fosse o passo de um elefante, pareceu-me, e não era humano de forma alguma. Mas era como se ele estivesse se afastando de mim. Ouvi-o aproximar-se da porta, perfurando-a sem mover um ferrolho ou trava, e vagando pelos corredores sombrios, tensionando o piso de madeira e esmagando as vigas em seu caminho. Depois disso, o silêncio reinou mais uma vez.


Quando meu entusiasmo diminuiu, eu disse a mim mesmo: "Isso foi um sonho, apenas um sonho horrendo". E fiquei pensando até que fiquei convencido de que tinha sido apenas um pesadelo, e então relaxei o suficiente para rir. Um pouco e eu estava feliz novamente. Levantei-me e acendi uma luz; e quando chequei a porta, vi que a fechadura e o ferrolho estavam como eu os deixara.



 Outro sorriso sereno fluiu do meu coração e oscilou nos meus lábios. Peguei meu cachimbo e acendi, e quando já estava sentado em frente ao fogo, o cachimbo caiu dos meus dedos, o sangue deixou minhas bochechas e minha respiração plácida parou e eu fiquei sem fôlego! Entre as cinzas do fogo, de um lado das minhas próprias pegadas, havia outro, tão vasto em comparação, que o meu parecia com o de uma criança. Então, houve um visitante, e os passos do elefante foram expostos.


Toda a minha miséria desapareceu, porque quando criança eu sabia que nenhum mal poderia ser esperado de uma face tão benigna. Minha alegria retornou mais uma vez ao meu espírito e, em solidariedade, a chama de gás voltou a brilhar. Nunca um exilado solitário estava tão feliz em receber companhia quanto eu para saudar o gigante amigo. Eu disse:


-Nada mais que você? Você sabe que eu tenho morrido de medo pelas últimas duas ou três horas? Estou mais do que feliz em te ver. Eu gostaria de ter uma cadeira, aqui, aqui. Não tente se sentar nessa coisa!


Mas já era tarde. Ele se sentou antes que eu pudesse detê-lo; Eu nunca vi uma cadeira tremer assim em toda a minha vida.


-Pare, pare ou você vai estragar tudo.


Mais uma vez muito tarde. Houve outro destroço e outra cadeira foi reduzida a seus elementos originais.


-Ao inferno! Você não tem bom senso? Você quer estragar todos os móveis deste lugar? Aqui, aqui, estúpido petrificado.


Mas era inútil, antes que pudesse detê-lo, já se sentara na cama e já era uma ruína melancólica.


-Que tipo de comportamento é esse? Primeiro você vem fortemente aqui trazendo uma legião de fantasmas sem-teto para se sentir desconfortável, e então eu tenho que ignorar essa falta de finesse que não seria tolerada por qualquer pessoa de alta cultura, exceto em um teatro respeitável, e, não contente com a nudez do seu sexo, você me compensa destruindo toda a mobília enquanto procura um lugar para se sentar. Você se machucou tanto quanto eu. Você machucou o final de sua espinha e deixou o chão coberto de lascas de sua destruição. Você deveria ter vergonha, você já é grande o suficiente para saber das coisas.


-Ok, eu não vou quebrar mais móveis. Mas o que posso fazer? Eu não tive a oportunidade de sentar por cem anos.


E lágrimas começaram a fluir de seus olhos.


"Pobre diabo", eu disse, "eu não deveria ter sido tão rude com você. Você é um órfão, sem dúvida. Mas sente-se no chão, aqui, nada mais vai segurar seu peso.


Então ele se sentou no chão e acendeu um cachimbo que ele me deu, eu dei um dos meus cobertores e colocá-lo em seus ombros, eu coloquei minha banheira invertida como um capacete, e começou a se sentir confortável. Então ele cruzou as pernas enquanto eu abanava o fogo e trazia as formas prodigiosas de seus pés para o calor.


-E as solas dos seus pés e a parte da frente das pernas, que parecem costuradas?


-Savanas infernais! Eu as adquiri enquanto estava na fazenda Newell. Eu amo esse lugar como se fosse minha antiga casa. Não há nada para mim como a tranquilidade que sinto quando estou lá.


Nós conversamos por meia hora, e então notei que ele parecia cansado, e eu disse a ele.


Cansado? Eu disse. Bem, eu deveria estar. E agora eu vou te contar tudo, jáque você me tratou tão bem. Eu sou o espírito do homem petrificado que fica na rua que vai ao museu. Eu sou o fantasma do Gigante de Cardiff. Eu não posso ter descanso, não posso ter paz, até que alguém dê ao meu pobre corpo um enterro. Qual é a coisa mais natural que posso fazer para que os homens cumpram esse desejo? Aterrorizá-los, assombrar o lugar onde eles descansam! Então eu enfeitiçava o museu noite após noite. 



Eu até tive a ajuda de outros fantamas. Mas eu não fiz bem, porque ninguém se atreveu a ir ao museu à meia-noite. Então ocorreu-me atacar um pouco este lugar. Senti que, se ouvisse gritos, teria sucesso, por isso recrutei as almas mais eficientes que a perdição poderia proporcionar. Noite após noite, estes quartos mofados estavam tremendo, arrastando correntes, rosnando, murmurando, vagando, subindo e descendo escadas, até que, para dizer a verdade, eu cansei de fazê-lo. Mas quando eu vi uma luz no seu quarto hoje à noite, recuperei minhas energias novamente e saí com a frescura original. Mas estou cansado, completamente exausto. Dá-me, suplico-te, dá-me alguma esperança!


Inflamado por uma explosão de excitação, exclamei:


-Isso supera tudo, tudo que aconteceu! Por que você, pobre fóssil de idade, tem tantas preocupações sobre nada? Você está perseguindo uma efígie de gesso de si mesmo, já que o verdadeiro Gigante de Cardiff está em Albany! Demônios! Você não sabe onde estão seus restos?


Eu nunca vi um olhar tão eloqüente de vergonha, de humilhação melancólica. O homem petrificado se levantou devagar e disse:


-Honestamente, isso é verdade?


É verdade, tão certo quanto estou sentado aqui.


Ele tirou o cachimbo da boca e o deixou na toalha da mesa, depois levantou-se hesitante (inconscientemente, por algum hábito antigo, ele levou as mãos para cima onde os bolsos da calça deveriam estar, e meditativamente deixou cair o queixo até seu peito) e finalmente disse:


Bem, eu nunca me senti tão humilhado antes. O Homem Petrificado foi vendido para outra pessoa, e agora a pior fraude acabou vendendo seu próprio fantasma! Meu filho, se alguma caridade permanecer em seu coração por um pobre fantasma sem amigos como eu, por favor, não deixe que isso seja conhecido. Pense como você se sentiria se tivesse se feito de ridículo também.


Ouvi isso, e o patife recuou lentamente, passo a passo, descendo as escadas e saindo para a rua deserta; Senti-me triste por ele ter ido embora, pobre coitado, e também porque ele pegou meu cobertor e minha banheira.

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